Los internados han sido pieza clave durante 50 años en el desarrollo de la educación en las pequeñas comunidades rurales muy alejadas de las ciudades. No hace falta explicar la razón de un bajo rendimiento escolar en niños y jóvenes que se manifiesta cuando el hambre ronda de manera permanente a estos niños. Falta de atención, de concentración, apatía en niños que llegan a la escuela cansados tras horas de marcha y prácticamente en ayunas teniendo que aguantar la jornada escolar en esas condiciones. Si añadimos a ello que en muchos lugares tan sólo tienen una escuela en donde justo aprenden a leer y escribir se comprende fácilmente la necesidad de internados que suplan esas carencias de malnutrición y den posibilidades de acceso a una enseñanza media.
Afortunadamente la situación está cambiando. Se han creado más escuelas, colegios e internados subvencionados por el estado. Con graves déficits en la calidad de la educación, con una alimentación escasa en los internados pero no cabe duda que la situación ha mejorado. Por otra parte la emigración en masa del campo a la ciudad que ha hecho que el número de niños disminuya sensiblemente y mejora de las comunicaciones está dando como resultado que el número de niños que acudían a los internados esté bajando sensiblemente.
En el Norte de Potosi los claretianos vienen desarrollando desde hace ya más de 50 años su actividad pastoral junto con la gestión de cinco internados (San Pedro de Buenavista, Acacio, ToroToro, Sacaca y Caripuyo) que se fueron construyendo en esta región boliviana. Junto con los internados han venido colaborando en la educación de estos cinco enclaves. En estos momentos, están cediendo la dirección educativa de algunos de los internados a las autoridades, dedicándose con mayor enfasis a la labor pastoral. Hasta hace pocos años eran misioneros claretianos españoles quienes gestionaban estos internados. Se han ido haciendo mayores y ante la falta de vocación en España les han sustituido claretianos de los países del entorno cuya dedicación principal es la pastoral dejando en un segundo plano la labor solidaria y más concretamente la labor educativa y el liderazgo de los internados que creemos, a no tardar, transferirán a las autoridades correspondientes.
Estas circunstancias nos han llevado a tomar la decisión de que este 2021, tras más de 15 años de colaboración, haya sido el último. No nos queda sino acoger con cierta tristeza estas decisiones felicitándoles por el bien que han hecho a lo largo de todos estos años, no solo en la labor educativa sino en el desarrollo de esta región aportando proyectos de diversa índole como infraestructuras sanitarias, saneamiento y el permanente apoyo de todo tipo a las comunidades y sus respectivos habitantes.
Estos internados campesinos deberían poder mantenerse con las ayudas que reciben de la alcaldía y otras instituciones oficiales, la aportación en especies de los internos, fundamentalmente maíz y patatas y una pequeña cuota en metálico pero la realidad es que con tan sólo esas ayudas sobreviven con dificultades especialmente a la hora de la alimentación. En el contexto de pobreza en el que viven los habitantes de estas comunidades la alimentación juega un papel fundamental.
Junto con los cinco internados claretianos venimos colaborando con otros dos, uno en Titagallo y otro en Tapacarí. Éste último se utiliza también como sede para impartir los Cursos Cetha que están dirigidos a jóvenes de comunidades rurales que no han iniciado o continuado sus estudios básicos formándoles en carpintería, electricidad, albañilería, peluquería, repostería y aprovechamiento de recursos de la naturaleza. Salen con un título oficial que les facilita encontrar un puesto de trabajo. Este tipo de enseñanza, con gran proyección hace unos años, ha ido perdiendo fuerza al crearse, por parte del estado, más escuelas e institutos en las comunidades rurales. No obstante, el nivel que adquieren los alumnos es claramente mejorable debido a la precariedad del profesorado que acude a estos lugares tan lejanos de la “civilización”.