El coronavirus en Bolivia, por Mikel Burgos

Mikel Burgos es un claretiano que se marchó en el año 2004 a la Misión Norte Potosí en Bolivia, a la localidad de San Pedro de Buenavista. Además, de allí también ha desarrollado su labor en otras localidades como Sacaca o Cochabamba, donde reside actualmente, siendo el responsable de algunos de los proyectos que subvenciona Mamoré por aquella zona y ya, por supuesto, amigo de la Fundación tras tantos años de colaboración.

En los últimos días nos ha dejado este escrito que hemos querido compartir sobre la situación que atraviesa Bolivia.

EL CORONAVIRUS EN BOLIVIA

Lo veíamos venir. Este virus ha ido rastrillando todo el mundo. Comenzó en China y fue galopando hacía occidente. Se cebó con algunos países europeos, tal vez, más desprevenidos o incrédulos: Italia, Inglaterra, España, Francia… Pero todos se vieron afectados en mayor o menor medida. Pensábamos que le iba a costar traspasar el Atlántico, pero no ha sido así. Hemos constatado, ahora más que nunca, que todos estamos en el mismo mar, pero no en la misma barca. Unos capean el temporal yendo en barca, otros en yates de lujo, otros en portaaviones, submarinos… otros en tablas de deshecho o flotadores. Todos zarandeaos por una tormenta imprevista y de alcance universal. En este itinerario de dolor y sufrimiento, el virus ha sembrado la muerte de forma inmisericorde en todos los países. En unos más que en otros; siempre hay diferencias, hasta en las desgracias.

Llegó a Bolivia, donde la única medicina que se quería aplicar era el aislamiento y las reiteradas cuarentenas de la población. El eslogan y consigna “¡Quédate en casa!” ha sido la medicina más barata, la más difundida y eficaz. Y la expresión poco afortunada, a mi modo de ver, la distancia social, (prefiero que se hable de distancia física) se ha ido imponiendo para todos los que tenían que dejar su casa o vivienda. Al final, el virus se infiltró en todas las capas sociales del país y en muchos domicilios familiares. Ha afectado y está afectando, sobre todo, a los más débiles y con menos defensas orgánicas. En el mes de junio hemos constatado y lamentado algo que ya sabíamos, que el sistema sanitario boliviano era obsoleto, muy deficiente y dotado de muy poco equipamiento e insumos. Un sistema carente de personal y poco competente, con escasas y muy deficientes infraestructuras, sin medicamentos ni equipamientos, … El virus ha encontrado un ambiente bien dispuesto y acogedor para expandirse y para crear zozobra y miedo en la población. En este momento se percibe nerviosismo y cierta sicosis ante la posibilidad de contagiarse. Se buscan remedios caseros y se echa mano de la medicina tradicional (las hierbas) a las que nuestro pueblo es muy aficionado. Un gran temor es entrar en un hospital o centro sanitario, donde el nivel de contagios es muy elevado. Además, están totalmente colapsados y carentes de bioseguridad. Muchos familiares y amigos peregrinan de hospital en hospital cuando sus enfermos dan síntomas de gravedad y se sienten impotentes ante la inminencia de la muerte de un ser querido.  Muchos de estos pacientes, con problemas de salud previos (diabetes, diálisis, dengue, gripe, hipertensión, …) se dirigen desesperados y solitarios hacia los hospitales y, a veces, hallan la muerte en el camino. Nuestras calles, avenidas y carreteras se han visto sorprendidas con cadáveres en las aceras o en plena calle. El temor al contagio y el miedo han hecho que queden expuestos a la intemperie durante demasiadas horas. Todo muy triste y doloroso. Podemos decir con verdad que a “perro flaco, todo son pulgas”. Y después de tanta cuarentena y encerramiento (desde marzo hasta la actualidad), nuestra gente se quedó sin plata (dinero). En Bolivia, se dice que casi el 80% de la población vive al día. Es decir, no goza de un salario estable, carece de seguridad social o seguro médico, no tiene un contrato de trabajo formal que le garantice atención médica o una jubilación futura. En general, el pueblo boliviano no es ahorrador ni previsor; en buena parte, porque no puede.

Hay un malestar social muy fuerte y una marejada de fondo que puede estallar en cualquier momento, pues faltan recursos para comer en buena parte de la población: “Quita y no pon, se acaba el montón”. Sin poder trabajar, sin ingresos, en muchos casos, sin comida o muy escasa, con una situación sanitaria muy deficiente y colapsada, con un gobierno interino abrumado, con unas elecciones nacionales inminentes y con una población asustada y temerosa, … Un cóctel explosivo que puede quebrar la débil paz social y ahondar la crisis económica que vive el país.

Miguel Burgos, cmf

Cochabamba, Bolivia